Uno de los problemas más comunes en la sexualidad actual es el de la eyaculación precoz, esto es, el de los hombres que no duran lo suficiente para satisfacer a la mujer.
En vez de entrar en tecnicismos de las formas y niveles que ésta puede presentar, centrémonos aquí en ver cuál es su origen más común a fin de evitar que esta incómoda situación –que ya afecta la vida de demasiadas parejas– continúe proliferando en nuestro medio.
Los mitos y tabúes sobre la sexualidad que, sin base médica alguna, fueron inventados en tiempos de la Reina Victoria y divulgados como si fuesen una revelación, en realidad han sido el origen de demasiados cucos que nuestra reprimida sociedad tontamente ha cultivado hasta nuestros días y que estropean la vida de millones de personas; entre estos, se suele contar el que "la masturbación causa la eyaculación precoz".
Esto es una profecía auto cumplida… Me explico: NO es que la masturbación produzca eyaculación precoz, lo que ocurre es que la masturbación "a la carrera" (por temor a que la mamá lo pille a uno) sí acostumbra al varón a demorar lo menos posible en autosatisfacerse.
Para ponerlo más claro aún: No es la masturbación, sino la persecución pasiva (o hasta activa) de los padres, tutores y mentores, la que fuerza al adolescente a acortar lo más posible su tiempo de respuesta sexual, a fin de no "quedarse a medias" o, peor aún, ser atrapado "con las manos en la masa".
Desde épocas Victorianas –siglo XIX e inicios del siglo XX– la masturbación ha sido vista como algo perverso, inmoral, sucio y dañino para la salud.
Se decía que causaba serios daños tanto físicos como psicológicos, y se la relacionó con enfermedades como la tuberculosis, la locura, la parálisis, la pérdida del cabello, la ceguera y que hacía crecer vello en las manos.
Por supuesto, esta mala costumbre –junto con el complejo de culpa correspondiente– se hace sentir mucho más notoriamente cuando el niño llega a joven o adulto e intenta "cumplir" con su pareja y no puede, dado su tan acortado tiempo de respuesta, el cual se ve agravado porque, dentro de sí, tiene que luchar contra la absurda culpabilidad que se le ha inculcado desde su más temprana infancia.
Esto también puede decirse de las parejitas que recién inician su vida sexual en una forma apresurada debido a hacerlo con tiempo límite (generalmente la chiquilla tiene que volver a casa a cierta hora) o, peor aún, furtivamente en casa de ella (donde se agrega el temor de ser descubiertos por sus padres).
¡Es tiempo de que superemos la incomprensión de nuestro medio y dejemos de dañar a nuestros propios hijos al inculcarles sentimientos negativos (y complejos de culpa) al respecto de su propia –y muy natural– sexualidad!
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