martes, 25 de junio de 2013

¿Es "mala" la Pornografìa?


       Para comenzar, habría que recordar que el término –que viene de la antigua Grecia– no significa otra cosa que "aquello que muestra explícitamente lo sexual", aunque, en fechas recientes, se le ha querido también definir como "lo que busca excitar sexualmente", lo cual dificulta el uso del término pues lo hace depender de la persona que lo ve.
 
       Aquí –sin importar cuál de las dos definiciones se use– cabe preguntar: "¿Y qué tiene de malo?" ya que es absolutamente natural querer ver lo sexual y excitarse.
 
       Allí es donde aparecen los "moralistas" –esos castradores que quieren suprimir todo aquello que los tienta– intentando dar "Leyes Anti-Pornografía" que no son más que un reflejo de sus taras y limitaciones personales y que, de ser aprobadas, violarían la misma Constitución al lesionar los Derechos Ciudadanos (Libertad De Elección, Libertad De Expresión, Libertad De Creencia, Derecho Sobre El Propio Cuerpo, etc.) y condicionaría la Libertad a la aprobación de estos enfermos que quieren imponer sus neurosis a los demás.
  
      La Censura casi siempre está conformada por viejas frígidas y frustradas que intentan castrar a todos los hombres y volver a todas las mujeres tan amargadas como ellas y por cucufatos ridículos e impotentes que después se masturban a escondidas, recordando las mismas imágenes que ellos censuraron, supuestamente llenos de indignación pero, en realidad, muertos de ganas. Porque, después de que tan puritanamente censuran, siempre buscan las más abyectas desviaciones y se regodean a escondidas con las imágenes de su propio sadismo contra quienes cometieron el supuesto "delito", contra aquellos herejes que se atrevieron a declararse libres y elegir por sí mismos lo que preferían (aunque no les gustara a los capados Capos de la Censura).
 
       Ellos son quienes dictan lo que (según ellos) es moral y lo que no lo es o, para ser más exactos, lo que nos ordenan considerar moral o inmoral. Ellos son los que nos tratan a todos como tarados, aduciendo que nos "salvan de nosotros mismos". Y, por supuesto, se refugian en el anonimato.
 
      Y el Escudo de Armas de la Censura ostenta las enormes Tijeras del Censor y la Botella de la "Medicina Moral" (Veneno que primero aturde y luego mata ineludiblemente la Libertad), estando coronado por el Lema: "¡Ni lo Pienses!" y llevando, al pie, un desagradable cintillo con la malhadada Glosa: "Cuando queramos tu opinión... NOSOTROS te la daremos".
 
       Es interesante mencionar que, en los Estados Unidos, se hizo primero la Comisión Sobre Obscenidad Y Pornografía (bajo Johnson) y luego la Comisión Meese (bajo Reagan) con la finalidad expresa de "demostrar el peligro de la pornografía y proporcionar las bases para suprimirla"... y el resultado de ambas comisiones fue que "no se podía demostrar relación alguna entre la Pornografía y las neurosis y delitos sexuales". A pesar de esto, muchos Estados de ese país aumentaron sus restricciones, logrando disminuir significativamente la pornografía, mientras que tan sólo cuatro Estados –aceptando los resultados obtenidos– hicieron lo contrario. Es interesante notar que las estadísticas mostraron que en los cuatro Estados en que aumentó la Pornografía disminuyó significativamente el índice de violaciones, mientras que en los que la redujeron, el índice aumentó.
 
       Esto no es tan difícil de comprender... El neurótico sexual –en especial el violador– actúa así debido a tensión acumulada, la cual, cuando llega a determinado punto, se vuelve insoportable y lo hace pasar a la acción; la Pornografía proporciona una "válvula de escape" que permite que desfogue esa tensión en forma inocua, sin hacer daño a nadie.
 
       Y esto de "desfogar la tensión" –tan necesario en el mundo moderno– también es aplicable a la persona común, en especial si no tiene pareja sexual (porque, si la tiene, es un desperdicio... a menos que la vean juntos, máxime si ponen en práctica lo que ven).
 
       De modo que, por favor, no le hagan caso a los impotentes que quieren limitar nuestra sexualidad y, como diría Katja Aleman: "¡A gozar se ha dicho!".
  

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