Desde tiempos inmemoriales se habla de afrodisíacos, esto es, de productos que estimulan el deseo sexual. En realidad, no existe una, sino cinco categorías de productos que suelen tomarse por afrodisíacos:

Por supuesto, la efectividad de éstos es bastante dudosa, funcionando más como ayudas psicológicas que estimulan la confianza del individuo, ayudándole así a responder mejor (algo así como “patas de conejo”, si bien hay que recordar que el animalito tenía cuatro... y lo mataron).

Luego están los desinhibidores, que sólo disminuyen las inhibiciones en lo sexual, no siendo productos que realmente estimulen la sexualidad, sino que impiden que uno mismo la bloquee debido a sus temores y complejos. Destaca el alcohol, si bien un exceso del mismo termina en un anestesiamiento.
Debemos mencionar que la mayor parte de las drogas “afrodisíacas” no sólo desinhiben, sino que producen un efecto de “subir el volumen” de las sensaciones con lo cual, si bien se “siente más”, el organismo se (mal) acostumbra a esta “ayuda”. Tal como ocurriría si, para “caminar mejor”, comenzamos a usar muletas y luego, nuestras piernas ya no responderán como deben.

Los más conocidos son la Cantárida (pulverizando la “mosca española”), la Yombina (alcaloide africano) y la Estrictina (extraída de la nuez moscada y más conocida como veneno mata ratas).
Todos estos productos son venenos activos que se usaban en dosis mínimas pero su uso siempre implica un alto riesgo.

Dado que, demasiado a menudo se nos pregunta sobre nuevas “medicinas sexuales” (como el Viagra, Uprima, etc.), queremos dejar en claro que éstas no deben ser utilizadas sin consultar a un médico y que, desde nuestro punto de vista, tendrían los mismos inconvenientes que las demás drogas al convertirse en “muletas”.
Como, a pesar de todo, sabemos que la mayoría va a insistir en que les demos una “recetita”, acá les va una que data del siglo XVIII:
Poner en una sartén una porción generosa de mantequilla pura de cabra (también puede ser de vaca) y cuatro cucharadas de miel, cuatro cebollas peladas y cortadas en rodajas, espolvoreándolas con clavo de olor, nuez moscada, canela, azafrán y azúcar rubia. Cuando estén bien cocidas, mezclar rápidamente con cuatro yemas de huevo y servir de inmediato. Esta mezcla debe comerse caliente y en ayunas, acompañada de un buen vino tinto no demasiado fuerte (como un Merlot).
Asegúrese bien de tener pareja apropiada y disponible...
porque parece que ¡funciona!
porque parece que ¡funciona!
Artículo publicado en
Revista Farma Ventas
Revista Farma Ventas
Octubre 2002
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Danos tu opinión...