lunes, 10 de junio de 2013

¿Desfloración...? o Florecer

       A veces me pregunto si nos hemos vuelto locos o, para ser más exacto, qué tan locos nos hemos vuelto.


       Y no me cabe duda de que no exagero, porque si recordamos que Freud afirmaba que "la etiología (origen) de toda neurosis es sexual", nuestro lenguaje demuestra que somos neuróticos hasta la saciedad.

 

       Basta con oír los términos que usamos para referirnos a lo sexual: Si una mujer está con la menstruación, está enferma. Si espera un bebé, está embarazada (lo que, según el diccionario, significa "avergonzada").
 
       Cuando una persona se auto-acaricia, se dice que se está masturbando (lo que viene de "manu-stuprare", que traducido literalmente significa "violentando con la mano").
 
       Inclusive, la mayor parte de las que consideramos malas palabras son, tan sólo, términos sexuales:
 
       ¿Sabía acaso que "carajo" es una antigua palabra española para referirse al pene y que "joder" significa tener relaciones sexuales?
 
       Todo esto es –de por sí– exasperante, pero lo que realmente me saca fuera de quicio es el maldito término de "desfloración" que suena como si la mujer fuese pisoteada por el hombre hasta marchitarla… justo cuando realmente se abre a ser Mujer del todo.
 
       Los antiguos habitantes de la India utilizaban un bello término para referirse al momento en que una joven se hacía Mujer: Lo llamaban –en su idioma– la "Ofrenda (o Consagración) de la Flor" o, más comúnmente, el "Florecer" de la Mujer. Y no sólo lo nombraban con respeto, sino que era motivo de gran regocijo y celebraciones religiosas porque sabían bien que ese momento era, para la Mujer, la Iniciación en su Camino hacia lo Trascendente.
 
       Realmente, el término me llamó mucho la atención desde la primera vez que leí al respecto del mismo en un denso volumen de Historia… me llamó tanto la atención que, cerrando el libro, me puse a reflexionar largamente al respecto.
 
       Comencemos por notar que el hablar del Florecer no es algo simplemente poético, sino que –adicionalmente– denota un significativo conocimiento y comprensión de la anatomía femenina en lo íntimo.
 
       Dada la desinformación sexual que recibimos en nuestra tan anti-sexual cultura, muchos occidentales tienden a creer que el himen debe ser algo así como una cortina plana que cierra el acceso a la vagina… pero esto no es así.
 
       Si entreabrimos suavemente el sexo de una virgen, veremos que su apertura vaginal nos presenta los repliegues del himen asomando apretadamente hacia afuera, como si fuese el capullo de una flor (a mis ojos… una rosa); en cambio, después de haber recibido al miembro viril en su interior, la vagina se presenta abierta, como si el capullo ya hubiese florecido, separando sus pétalos para ofrecer generosamente su néctar y su fragancia a quien lo contemple.
 
       Pero el término "Florecer" va mucho más allá de esto…
 
       Cuando la joven se hace Mujer, si esto ocurre como debería ocurrir –esto es, con amor y placer en un ambiente limpio y con una actitud sana– se produce un cambio muy marcado en la personalidad de ella, pues a través de la total entrega no sólo prepara su cuerpo para el amor, sino también su corazón y su mente, abriéndose al mundo y a las personas que la rodean en forma más amplia, más plena, más satisfactoria.
 
       Es el Florecer de la Mujer… un Florecer en cuerpo y alma que la hace Mujer.
 
       Mientras no dejemos atrás nuestros tabúes y taras sexuales, no seremos capaces de superar la jaula de neurosis que actualmente nos encierra y nos aísla de nuestros semejantes.
 
       Mientras continuemos enseñándole a nuestras hijas a avergonzarse de su propia sexualidad y a referirse a todo lo sexual con términos bochornosos, no lograremos jamás disfrutar de ver la natural belleza y maravilloso arrobamiento que señalan –o deberían señalar– el Florecer de una Mujer.

 

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