El Dr. Edward O'Relly nos dice en su libro Gimnasia Sexual
Suele ocurrir con asaz frecuencia que la consumación de la relación íntima no iguala a la expectación fantaseada. Esto puede causar una secuela de reacciones infelices, a dudar de la propia contribución o a culpar a su copartícipe y, en casos más serios, conducir a la impotencia, frigidez e infelicidad, a pesar de que en otros aspectos ambos pueden sentirse relativamente contentos de la vida marital.
El no ser capaz de satisfacer sexualmente puede provocar serios trastornos psicológicos, minar la confianza que se tiene de uno mismo o culpar de su incapacidad al otro. Lo que debiera resultar en un acto de amor sexualmente satisfecho se convierte en la mujer en un simple deber pasivo conyugal y en una desilusión para el marido. Esto puede conducir a la pérdida del respeto mutuo, a la incompatibilidad sexual, y a la búsqueda de esa satisfacción fuera del lecho conyugal, o al divorcio. Asimismo, esta debacle puede ser un factor inicial de la frigidez femenina, de la impotencia masculina o de ambas a la vez.
Otra de las causas posibles de desavenencias y de frustraciones puede atribuirse a la diferencia del grado de apetencia sexual entre los cónyuges.
Nadie puede ser experto en algo sin haberse entrenado previamente,
en el sexo es igual.
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