Los preservativos o condones son un invento milenario. En la antigüedad se fabricaban con vejiga de rana o intestino de cerdo u oveja. Desde 1930 empezaron a usarse los condones fabricados de látex y en 1997, la FDA aprobó cinco nuevos tipos de condones sintéticos que ofrecen más sensibilidad y confort, aunque la efectividad del látex frente a estos últimos aún continúa siendo mayor.
Los puedes encontrar en farmacias, gasolineras y en algunos casos en baños públicos.
Deben almacenarse siempre en un lugar seguro y fresco donde no les llegue sol ni se recalienten, por eso, no es una buena idea guardarlos en la billetera ni en la guantera del auto.
La mayoría de los preservativos ya vienen lubricados de fábrica, sin embargo, evita emplear los que contengan nonoxinol-9 ya que pueden producir irritaciones. Si lo deseas, puedes utilizar un lubricante adicional en el exterior del condón, siempre que sea en base a soluciones de agua, con lo cual no irritarán a tu pareja. Jamás uses los lubricantes basados en petróleo, aceites o jaleas, ya que éstos descompondrán el látex y dañarán el preservativo.
Es muy importante usar el preservativo correctamente, pues de ello dependerá que te brinde la protección adecuada.
Corre levemente el prepucio hacia atrás, y luego, sosteniendo con dos dedos la punta del condón (para evitar que se forme una burbuja de aire, que podría romper el preservativo) ubícalo sobre el glande y deslízalo suavemente con la otra mano por sobre el pene, hasta llegar al final.
Ten cuidado de no rozarlo con anillos, pulseras o las uñas, que podrían ocasionarle pequeños rasgones.
Mantén el condón firmemente sujeto a tu pene hasta que eyacules. Luego, retírate suavemente del interior de tu pareja, quita cuidadosamente el condón y hazle un nudo en la abertura, para después desecharlo.
Utiliza un condón nuevo en cada coito que realices o también si la fricción se prolonga.
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